Saludos astrales a todos.
Hoy tenemos el honor de contar entre nuestros colaboradores con la supercotizada Mirinda Jones: (Los Angeles, US. ), que en los 70 fue una de las groupies más populares en las giras de grandes soulmen como Leroy Hutson, Frederick Knight, Johnny Otis, Teddy Pendergrass y como no, EDWIN MOSES. Esta mujer conoce algunos de los secretos mejor guardados de nuestro héroe, con el que mantuvo una tórrida relación durante meses. Actualmente está felizmente casada, es madre de 5 hijos, abuela de 16 nietos y vive en Sacramento (California, US).
Ponemos a vuestra disposición sin ningún tipo de cortes ni censura el gran relato de Lady Mirinda, que como hábilmente habréis supuesto, no tiene desperdicio:
"En 1955, dos hermanos gemelos por los que circulaba sangre judía, italiana, albano-kosovar y libanesa, fundan en el Village neoyorkino la mítica editorial Ravelinsky. El parecido de los gemelos empezaba y acababa en lo físico. Golem Ravelinsky se declaraba ateo, librepensador, promiscuo, aficionado al naipe, la botella y el spanking. Cuando en los últimos coletazos de la Caza de Brujas fue requerido por el Senador McCarthy, a la pregunta de "¿Ha sido o es usted simpatizante o miembro del Partido Comunista Americano?", respondió con impagable cachaza: "¿Está de coña?. Yo a esos ni los saludo, son unos estrechos".
Lo que no practicaba Golem, lo practicaba con furia de converso el otro Ravelinsky, Anatole: puritanismo, celibato marital, racismo, homofobia, bendición de la mesa y miembro numerario de la Legión de los Pioneros y los Carromatos (creada por John Wayne en 1949). Anatole sí que se tomó a McCarthy en serio: delató hasta al lechero del barrio que, llamándose Albert C. Parkinson, envasaba sus botellas bajo la etiqueta "Leche Pasteurizada de ACP" (o sea, en ingles American Communist Party). La total oposición de ideas no fue un obstáculo, fue una bendición para los lectores, porque dado el extremismo de ambos, a un libelo racista de Anatole ("Razas inferiores, subdegenerados, menesterosos, débiles mentales y otros segmentos de población altamente contaminantes", Ebenazar Agnes, 1960 respondía Golem con un opúsculo ácrata ("Los insectos burgueses, las cucarachas capitalistas y los comunistas castradores deben morir: ideario del perfecto justiciero antisocial", Leon T. Karamazov, 1962). Luego estaban las publicaciones al alimón, exclusivamente alimenticias, deliciosas joyas bizarras y desgraciadamente descatalogadas hoy en día: "Uri Geller: el judío mágico que abusa de las cucharas", Menahen Bronsky, 1976); "Los desnudos y los muertos: Marilyn Monroe, Nembutal y Kennedys", Margaret Porunello, 1967); "Ted Bundy o el asesino que las mataba de gusto: acercamiento antropomórfico a la figura de un serial-killer casanova", Doctor Augustus Berrinson, 1979).
En 1998, Golem Ravelinsky aparece en el dormitorio de su casa cosido a puñaladas y llevando por toda vestimenta un liguero negro y una peluca rubia. La autopsia reveló que casi le hicieron un favor: sufría de cirrosis galopante, sífilis avanzada, gonorrea en estado terminal y sendos cánceres de pulmón, próstata y recto. Anatole dijo entre lloros desgarradores: "era un magnífico cerdo degenerado". Lo enterró y siguió solo con la editorial.
Y, ahora, atención: En enero de 1999, una mujer se presenta en su despacho con un manuscrito. Su nombre es Coretta LaBionde y el manuscrito que lleva y que afirma haber sido escrito por su madre (Coretta Scarlatta LaTara), tiene por título "La mujer que vivía al lado de la esposa de Edwin Moses". Anatole lo lee, paga a Coretta la miseria de 865 dólares y se queda el manuscrito. Lo publica en marzo del año siguiente y genio y figura lo convierte en: "La maldición de estar casada con un soulman negro: recuerdos y sinsabores narrados por una vecina". La tirada fue mezquina: 300 ejemplares que desaparecieron en manos de los adoradores de EDWIN en menos de una semana. Nunca se reeditó. ¿Porqué?. La respuesta está a la altura del ideario de Anatole. Al parecer llevaba años hablando de las visitas que por turnos le hacían a su despacho Dios, el diablo y John Wayne. Tan dispares visitantes solo estaban de acuerdo en una cosa: Anatole no debía bajo ningún concepto publicar nuevas ediciones del libro, era de todo punto aberrante que EDWIN MOSES tuviera más parroquianos que ellos mismos.
Pues bien, amantes, amigos, admiradores, entregados y creyentes acríticos e incondicionales de EDWIN: tengo un ejemplar del libro. No puedo hablar de su procedencia, pertenece a un destacado miembro renegado de la aristocracia española (cuyas iniciales son P.M.B) que a su vez lo consiguió en una de sus estancias lisérgicas en Los Angeles.
"La maldición de estar casada con un soulman negro......" son 127 páginas de dudoso valor literario y horrorosa portada: una foto de la Señora LaTara vestida de amarillo rabioso, a la puerta de una casa y mirando, en plan conspiratorio, hacia su derecha, donde apunta el patio vecino. La contraportada es otra cosa: es nada menos que la foto que acompaña a este texto. Es edwin, sin duda, a pesar de la faria que se está fumando y del gotelé gordo que le hace sombra. Coretta Scarlatta, afirma en el libro que procede del álbum familiar de la propia Margie Moses (de soltera Wilson) su vecina y a quien Coretta hizo las veces de amiga, paño de lágrimas y ocasional canguro de la pequeña Jasmine Moses, nacida en 1972. Perlas inigualables para atesorar son los recuerdos y anécdotas que Margie contó a su vecina, como el día en que presentó a EDWIN a su madre (Aretha Wilson). "... Aretha era obesa tirando a enorme, orgullosa, muy religiosa. Siendo Margie pequeña, había enviudado de un sastre especializado en pantalones que se empeñaba en confeccionar sin tomar medidas a los clientes. Pretendía que donde ponía el ojo ponía el hilo. Sus clientes eran famosos en el barrio por llevar una pernera más larga que la otra. Aretha se refería a él como "el difunto pantalonero..."
Cuando su adorada niña apareció con aquel músico que se empeñaba en mirar al suelo todo el rato y que no decía esta boca es mía, Aretha atacó con un chaparrón de preguntas de las que la menos ofensiva resultó ser la que afectaba al tamaño de los genitales de su futuro yerno. Cuando le ofreció al chico uno de sus famosos buñuelos de jalea de ruibarbo y crema de boniato, él declinó la invitación. Ese fue el fin. No los maldijo de milagro, lo que sí aseguró categórica fue que con ella no contaran, que su hija podía darse por huérfana y que tamaña felonía y desagradecimiento no se había visto desde que Judas vendió a nuestro señor Jesucristo al Sanedrín y remató que su matrimonio duraría menos que las chancletas de nuestro señor Jesucristo en una calle de Alabama en Agosto. El libro recoge también lo que Margie le contó acerca del nacimiento de su hija: "...Cuando nació la niña, EDWIN ya andaba un poco ido, llegó al hospital dos días después del nacimiento. Estaba agotada tras el parto, Jasmine pesó casi cinco kilos, lloraba todo el tiempo y le costaba mamar. Estaba dándole el pecho cuando Edwin entró en la habitación. No dijo nada, se acercó, miró a la niña y murmuró que era clavadita a mi madre. Me eché a llorar".
Y para el final lo mejor: la foto de la contraportada, que, según el libro, EDWIN envió a Margie en 1973 desde Colorado Springs, iba acompañada de una carta de su puño y letra "Querida ballenita: os amo y aún así no puedo darme a vosotras. No podéis venir al sitio al que me dirijo. Sin mí, todo os será posible. Mi alma se estremece por no poder teneros. Comprendedme y no me olvidéis". Al parecer, Aretha Wilson, que volvía a hablarse con su hija, dijo la última palabra: "Ya te lo advertí".
Esclarecedor... Seguimos esperando vuestras colaboraciones con alegría, alborozo y expectación. Hasta entonces, feliz día de San Nafsum, patrón de los soulmen malditos.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
3 comentarios:
Ahora veo que tengo más cosas en común con edwin, porque en los 70 yo también le daba a la "mirinda"
grandiosa mirinda, no sé qué es lo que más me gusta de ella, si su pose a lo emmanuelle negra o su relato
La crueldad de que se hace gala en este blog es como para denunciarla al Tribunal de la Haya: no hay derecho a ponernos los dientes largos con esa mujerona de ensueño que se ha apoderado de mis poluciones nocturnas desde que la he visto. Y si daría un testículo por estar con Mirinda, por cualquier publicación de la editorial Ravelinsky daría el bazo y medio pulmón. Pero claro, este blog fabula mucho y pocas esperanzas tengo de que existan ni la una ni los otros. No hay derecho a jugar con nuestros sentimientos, o a caso creen que los friquis no tenemos corazón????¡¡¡¡¡
Publicar un comentario