En 1971, el reverendo Jamalus Laroix Polideau, a la sazón diácono multiinstrumentista de la Primera Iglesia del Sangrante Cordero de Dios y Cristo Crucificado –al frente de la cual se hallaba el reverendo Proteus Antoine Robideaux- funda, en compañía de un grupo de fieles seguidores, su propia congregación: la Segunda Iglesia del Sangrante Cordero de Cristo.
Tras años de desavenencias entre Robideaux y Polideau, la escisión, culminó por fin, tras una agria, encendida y violenta discusión entre ambos acerca del Salmo II Cantar de los Cantares y de Nuestro Señor Salomón: Polideau se empecinaba en incluirlo en los oficios del domingo a pesar de la prohibición de Robideaux que lo encontraba de todo punto irreverente, por ofrecer una visión harto gorrona de Jesucristo (Señor a la orilla has venido / multiplica mis peces / acrecienta el pan de mis hijos / tú has mirado el pescado / codiciado su gusto / comido con ganas / dejado las espinas / partido ahito / el cesto vacío / Señor pobre soy / pobre y perdido).
Llegados a las manos y tras personarse la policía, la congregación en pleno acabó en los calabozos, fichados todos por “escándalo público, blasfemias, violencia, reunión indecente (al parecer una de las feligresas, en un momento de éxtasis, se había despojado de la ropa para mostrar lo que ella creía estigmas y que no eran otra cosa que pústulas debidas a una gonorrea crónica) y uso y abuso de sustancias prohibidas” (la feligresía comulgaba bajo las especies de la hostia y del ron añejo de veinte años y 56º).
En el calabozo, Polideau –que padecía desde niño ataques de epilepsia- cae en trance, y entre espumarajos y dislocamiento severo de brazos y piernas, anuncia a los suyos -estupefactos y francamente resacosos- que ha tenido una visión: el mismísimo Cordero Sagrado se le ha aparecido y entre balidos pide se le construya un altar “rojo y dorado, todo oro y piedras preciosas, de rubíes, esmeraldas, perlas y ágatas. En su centro una oveja de platino, polonio y admiantum, repujada de pieles, oropeles, ricas sedas y martas cibelinas”. Ante tanta magnificencia, todos se hincan de bruces aceptando el mandato.
El dinero sale de los bolsillos de Corina LaTasha Bontanerai, viuda y heredera de un constructor que hizo fortuna vendiendo alisadores capilares para cabello fosco y de cuya formula magistral, que se llevó a la tumba, solo se sabía que contenía baba de caracol. Mientras Polideau y los suyos habilitan en una mansión de Baton Rougue su Segunda Iglesia del Sangrante Cordero de Cristo, tal y como la santa oveja había ordenado, el reverendo Robideaux, abandonado por todos -incluída su amante, que no era otra que la propia Corina- malogra su vida dándose a la botella, el estupro, la prostitución, el juego y la firma de cheques sin fondo. En 1981, a los 43 años, es apuñalado en un prostíbulo de Nueva Orleans. La autopsia revela: “varón negro presentando 22 heridas punzantes que interesaron diversos órganos, siendo la más importante la que entró por la aorta con desgarro parcial de las venas cava anterior y posterior. Presenta, asimismo, sífilis terminal con afectación de cerebelo posterior neuronal, cirrosis, tumores cancerígenos en ambos testículos, cardiopatía vasculante, hemorroides sangrantes y pólipos laríngeos”.
De todos estos hechos, así como de la propia historia y devenir de la
Segunda Iglesia del Sangrante Cordero de Cristo, incluido el fallecimiento en 2002 del reverendo
Jamalus Laroix Polideau, puede encontrarse información más detallada en
www.sangrante/pol//.ovejadediosencristo.com Lo que nos interesa a nosotros, a los seguidores rendidos de Edwin Moses, viene a continuación. Tras la muerte de Polideau, la Segunda Iglesia del Sangrante Cordero de Cristo publicó sus escritos. Entre ellos, cartas a diversos familiares, admiradores, seguidores y fieles en general. Una de estas cartas, fechada el 27 de agosto de 1978 y dirigida a su prima LaToya Larissa Marcellus-Polideau, residente en Chicago, dice:
“Mi muy aprecidada LaToya: a la espera de que te encuentres en buena salud y que el Señor Nuestro Cordero, en su sangrante esperanza, te haya conservado en la pureza y la fe de los justos, te escribo estas líneas para informarte que tu vecino, Edwin, ha llegado a nosotros sano y salvo. Trayendo tu carta de recomendación, se ha puesto en nuestras manos para redimir la impiedad de su alma, pues como él mismo me ha hecho partícipe, fue tentado por el maligno que puso en su camino malos hábitos, peores compañías y una querencia pecaminosa por ritmos endiablados y escandalosos, por una funesta influencia musical que lo ha dejado exánime y sin esperanza. A tal punto, que ha abandonado a la mujer a quien prometió amar y respetar en la salud y la enfermedad; aún más: a la hija nacida de ambos, fruto de su simiente y procreada, según él ha confesado entre lágrimas, en una noche de lujuria. Pues bien, el señor Moses ha puesto su vida ante el magnífico altar que el Santo Cordero me pidió construir y me es grato comunicarte que, postrado en el suelo y ante él, abjuró de sus vicios, prometió enmienda así como no volver a pecar por siempre jamás. En su sanación espiritual tengo puestas mis mayores esperanzas. Con la ayuda del Santo Cordero haremos de él hombre digno, sagrada labor a la que nos y el Cordero vivimos entregados. Sin otro particular, recibe mi bendición y la del Cordero. Tuyo afectuoso, tu primo que te tiene presente en sus oraciones.”