Perjudicados por la 44...


Un extraño suceso ha tenido lugar durante la 44 edición del Festival Internacional de Cine de Gijón. Por supuesto que dicho suceso está relacionado, no con el cine sino con los saraos y fiestas que ocurren en horas impropias de persona que se precie de decente y que más o menos siguen la siguiente pauta: se pone el sol y la manada de vampiros que tras sentar culo en butaca todo el día (los menos para ver cine, los más para dormir retrasos en fase REM) sale a la calle para el sarao nocturno que toca y que va cargadito de música, calenturas, visitas extraordinarias a los lavabos, trasiego contumaz de alcoholes garráficos y ya, cuando le lengua va tan gorda que no junta más que las dos palabras justas ("¿en tu casa o en mi hotel?"), derribo y coyunda con señor/señora desconocida/desconocido y de turno. Pues bien, una de esas noches, en una de esas fiestas, el Dj de turno, persona con todo el aspecto, por años y calvicie, de ser un honesto padre de familia y que se hacía llamar, algo así como Dj Bacinilla, acude a samplear acompañado por un vejete negro que le hacía de porteador de su maleta discoteca del oyente. Hallábame yo presente en esa susodicha fiesta, herida en lo más profundo de mis tímpanos dado que la escasa calidad del conjunto actuante era disimulada por la contundencia de los decibelios que emitían, cuando fui asaltada por un moscón escaso de atractivos y autoconvencido de que a una mujer se la conquista largándole un discurso sobre las influencias bressonianas a la par que un tango herzogianas no exentas de ciertos matices godarianos en el cine del señor Dumont Con un rotundo "¿y a mí, qué cojones me importa?", conseguí espantarlo y centré mi atención en lo que ya había despertado mi curiosidad: el vejete se parecía extraordinariamente a las últimas fotografías existentes de Edwin Moses. Abriéndome paso a codazos llegué a las primeras filas. Miré al presunto Edwin, le calculé los años, le hice una radiografía digna de una miembra del CSI de Greesom y sí, era él, claro que era él. Momento hubo, en que levantó la vista por primera vez y me miró, y mientras el Dj Bacinilla, orinal o vater químico, se lo hacía con los platos, Edwin arqueó la comisura de los labios, levantó una ceja y me lo dijo todo sin decirme nada: "que le vamos a hacer, es un Dj de mierda, pero de algo hay que vivir". Lo comprendí, pena me dio verlo hacer el tonto con aquel cretino. Pero pan es pan y Edwin, por más que sea Dios para nosotros, también come.

Esta información nos ha sido remitida por una persona no identificada que ha firmado su escrito como "perjudicada por la 44", aunque no nos cabe duda de que bajo ese poco ejemplificante alías se oculta alguien con mando y plaza en las interioridades organizativas del Festival de Cine de Gijón.

Feliz semana con puente.

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